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LOS MEJORES, CON MAESTRÍA Y CRITERIO
Estupendo concierto de apertura de la Sinfónica Nacional en el Palacio Sarmiento
LOS MEJORES, CON MAESTRÍA Y CRITERIO
Martha CORA ELISEHT
Ha comenzado un nuevo año y, por ende, un nuevo ciclo de conciertos de la Orquesta Sinfónica Nacional. La distinguida agrupación inauguró su temporada 2025 el pasado viernes 28 de Febrero de la mano de su principal director invitado -Emmanuel Siffert- en el Auditorio Nacional del Palacio Domingo Faustino Sarmiento, donde participó en calidad de solista el cuarteto de trombones VIENTO SUR integrado por Carlos Ovejero, Pablo Fenoglio, Enrique Schneebelli y Jorge Urani para interpretar el siguiente programa:
- Concierto par cuarteto de trombones y orquesta- Gerardo GARDELIN (1965)
- Sinfonía n°2 en Mi bemol mayor, Op.63 (en memoria de HM Eduardo VII)- Sir Edward ELGAR (1857-1934)
Con un orgánico prácticamente completo, la orquesta realizó su presentación sobre el escenario para la tradicional afinación de instrumentos a cargo del concertino Gustavo Mulé tras lo cual, los solistas y el director hicieron su presentación sobre el escenario. El mencionado cuarteto de trombones se formó en 2002 y sus integrantes se desempeñan como solistas de dicho instrumento en las principales orquestas del país: Carlos Ovejero y Pablo Fenoglio, como trombones tenor en la Sinfónica Nacional y Estable del Teatro Colón y, en el caso de Enrique Schneebelli y Jorge Urani, como trombones bajo en la Estable del Colón y Sinfónica de Córdoba respectivamente. Se caracteriza por presentar un estilo innovador y un sonido versátil, compacto, contundente y muy bien equilibrado. Realiza numerosas giras internacionales y ha participado en los principales festivales para dicho instrumento en Estados Unidos (Salt Lake City en Utah, Fort Myer en Virginia y Austin y Lubbock en Texas, entre otras ciudades), en Brasil (Segundo Festival “Carlos Gomes”, Campinas) desde 2008 hasta la fecha y en Argentina, en el Festival Trombonanza, que se organiza todos los años en la ciudad de Santa Fe. También han realizado numerosas giras por el interior del país, donde actuaron junto a las Orquestas Sinfónicas de Córdoba, de Santa Fe, de Rosario y Orquesta de la Universidad Nacional de Tucumán. Asimismo, han ofrecido numerosas clases magistrales en las universidades más importantes de Estados Unidos desde ese mismo año y grabaron dos discos: Del sur y otros aires (2008) y Tango (2010) con obras para cuarteto de trombones de diversos compositores argentinos (Gerardo Gardelin y Gerardo Schiavon) y otros autores como Jan Koetsier, Irvin Wagner y Duvensky.
Precisamente, el Concierto para cuarteto de trombones y orquesta de Gardelín fue estrenado por VIENTO SUR junto a la Orquesta Sinfónica de Oklahoma en Stillwater (Minnesota, Estados Unidos) en 2017 e interpretado por primera vez en el país junto a la Orquesta Sinfónica de Santa Fe en 2019. Posee tres movimientos y se inicia con un Allegro in tempo di malambo a cargo del cuarteto solista en diálogo con la orquesta, caracterizado por muy buenos contrapuntos entre el cuarteto de trombones con los metales, percusión y maderas. Asimismo, el diálogo entre los trombones tenores y bajos fue de una perfección absoluta, donde Pablo Fenoglio llevó la voz cantante seguido por Enrique Schneebelli, seguido de un muy buen solo de Carlos Ovejero en contrapunto con Schneebelli y Urani. A continuación, un cantábile en cuerdas anuncia el segundo tema antes del solo de trombón bajo -magnífico desempeño de Jorge Urani- seguido por el resto del cuarteto hasta recapitular en el malambo inicial, que cierra con un poderoso tutti orquestal. El segundo movimiento (Andante cantábile) abre con una balada a cargo del trombón tenor seguido por el resto y, posteriormente, por la orquesta con una melodía de fuerte impronta romántica -de hecho, remeda al 3° movimiento de la Sinfonía n°2 de Rachmaninov- cuyo desarrollo va in crescendo con el cuarteto y la orquesta. Cada uno de los trombonistas se lució en sus respectivos solos y en la fuga final, para dar fin con otro tutti orquestal de manera abrupta. En cambio, en el movimiento final (Allegro enérgico) abre la orquesta y luego, el cuarteto de trombones se acopla desarrollando una serie de variaciones sobre el tema principal, de carácter dramático, que alterna con un segundo tema (Lento) que brinda cierto clima de misterio, tomado con gran brillo por el cuarteto solista. Una magnífica interpretación donde el sonido y la maestría fueron lo primordial hasta tal punto, que el Auditorio Nacional estalló en aplausos y vítores luego de la misma, hecho que motivó a los solistas a ofrecer un bis: un inusual arreglo para cuarteto de trombones de la tradicional zamba Paisaje de Catamarca, de Rodolfo “Polo” Giménez, que sonó brillante (hasta tal punto, que daban ganas de cantarla). Los músicos se retiraron sumamente aplaudidos tras este nuevo logro.
La obra de fondo elegida para esta ocasión fue la Sinfonía n°2 en Mi bemol mayor, Op.63 de Elgar, compuesta entre 1909 y 1911 y dedicada al rey Eduardo VII de Inglaterra. Su estreno se produjo en el Festival Musical de Londres en 1911 con el compositor al podio, quien la definió como “el apasionado peregrinaje del alma”. Prueba de ello es su poderosa orquestación -requiere de un orgánico prácticamente completo que lleva cuerdas, maderas por 3, metales por 3, tuba, clarinete en Mi bemol, 2 clarinetes en si bemol y clarinete bajo, corno inglés, contrafagot, 2 arpas y abundante percusión- y los diferentes motivos que aparecen en los 4 movimientos en los cuales se divide la obra (Allegro vivace e nobilmente/ Larghetto/ Rondo/ Moderato e maestoso). El Allegro vivace e nobilmente inicial se inicia con intervalos amplios en las cuerdas y maderas altas, sujeto a fluctuaciones métricas asombrosas, que le dan mucha expresividad y pasión (“tremendous in energy”), según palabras de su propio autor. Le sigue un bellísimo tema lírico a cargo de las arpas seguido de un largo episodio espectral a cargo de los trombones y la tuba, que Elgar definió como “una especie de influencia maligna deambulando por el jardín en la noche de verano” dado por el “motivo fantasma” en los violines. Mediante una serie de capitulaciones y elaboraciones complejas, el movimiento más largo de la obra -dura alrededor de 17 minutos- culmina con una coda con final virtuoso. El 2° movimiento (Larghetto) es una marcha fúnebre de carácter elegíaco de gran belleza tonal debido a la muerte del monarca en 1910. El Rondó del 3° movimiento hace las veces de scherzo y estuvo muy bien logrado por los integrantes de la orquesta merced a la magistral dirección de Emmanuel Siffert, quien se lució por su marcación, empaste y dominio de tempi para culmina con un final brillante. El movimiento final (Moderato e maestoso) es tan o más elaborado que el inicial, escrito en forma de sonata donde se intercalan tres melodías, de las cuales, una alude a Hans Richter, quien fuera promotor de la música de Elgar. A pesar de poseer un desarrollo brillante, el final culmina en pianissimo, que se va esfumando lentamente hasta que la melodía desaparece. La versión ofrecida por la Sinfónica Nacional fue estupenda, con un gran logro de todos los matices desplegados en esta sinfonía de modo solemne, brillante y, al mismo tiempo, dramático. Los grupos de instrumentos principales se destacaron en su conjunto, a modo de solistas. No es una obra que se interprete muy a menudo – de hecho, se interpretó en el Colón el año pasado por la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires bajo la dirección de Wolfgang Wengeroth- y la orquesta brindó una excelente versión merced al profesionalismo de sus integrantes. El Auditorio Nacional se puso de pie al finalizar el concierto, donde tanto el director como los músicos fueron intensamente aplaudidos.
Cada vez que Emmanuel Siffert dirige a la Sinfónica Nacional se establece un romance que se traduce en versiones caracterizadas por su brillo, fuste y enjundia. Prueba de ello fueron las magistrales interpretaciones de Vida de Héroe de Richard Strauss y el War Requiem de Benjamin Britten ofrecidas el año pasado y el concierto inaugural de la presente temporada continúa en la misma línea. Sería ideal su designación como director estable de la mejor orquesta sinfónica del país, ya que ha dado pruebas de sobra para merecerlo.
Martha CORA ELISEHT
DOS ARGENTINOS DE FAMA INTERNACIONAL Y ALTO VUELO UNIDOS POR AMOR AL PAÍS
Homenaje a Lalo Schifrin por la Sinfónica Nacional en el Palacio Domingo Sarmiento
DOS ARGENTINOS DE FAMA INTERNACIONAL Y ALTO VUELO UNIDOS POR AMOR AL PAÍS
Martha CORA ELISEHT
Uno de los mejores embajadores que posee la Argentina en materia de música es Lalo Schifrin. Radicado en Estados Unidos desde hace más de 60 años, el autor de Misión Imposible y otros tantos éxitos en materia de música de películas y series se encuentra con una admirable lucidez mental a sus 92 años que le permite seguir trabajando y componiendo. En 2024, el destino quiso que convocara a otro músico argentino de fama mundial para componer una obra: Rod Schejtman, quien, además de pianista, es ingeniero, lo que le permite combinar adelantos tecnológicos con creatividad artística. Ganador del concurso World Vision Composerss Contest en Viena en 2023 sobre compositores provenientes de 32 países, el fundador del programa The Logic behind Music y la compañía The Piano Encyclopedia redefinió los métodos de enseñanza y composición de música en el siglo XXI y ocasionó una auténtica revolución en la materia. Asimismo, fue designado Miembro Correspondiente de Argentina por la Sociedad Bach, siendo el primer argentino que recibe dicha distinción.
El encuentro entre ambas figuras se produjo en 2024 en casa de Lalo Schifrin en Los Ángeles, donde ambos decidieron componer una sinfonía dedicada a la Argentina y sus valores tradicionales, que combina el talento cinematográfico de Schifrin con la formación clásica de Schejtman. Al escuchar los primeros ocho segundos de música, Schifrin captó perfectamente lo que Schejtman quiso decir y fue el germen que permitió la creación de Viva la libertad, cuyo estreno estaba previsto originalmente para el pasado 5 de Abril en el Teatro Colón, pero que finalmente se estrenó en el Auditorio Nacional del Palacio Domingo F. Sarmiento el pasado viernes 11 del corriente por la Orquesta Sinfónica Nacional bajo la dirección de Emmanuel Siffert, donde se interpretaron las siguientes obras:
- “The plot”, de “Misión Imposible”
- Suite de “Dirty Harry”
- “Bullit”
- “Mannix”
- “Cincinnati Kid”- Lalo SCHIFRIN (1932)
- “La magia di vivere”- Rod SCHEJTMAN (1985)
- Sinfonía “Viva la libertad” (estreno mundial)- Lalo SCHIFRIN/ Rod SCHEJTMAN
Además de la orquesta, durante la primera parte del concierto se presentó un ensamble de jazz formado por los siguientes músicos: Abel Rugantini (piano), Oscar Giunta (batería) y Pablo Motta (bajo eléctrico) para brindar el marco y los matices necesarios de la música de Schifrin. Con un orgánico prácticamente completo, el concertino Daniel Robuschi hizo su aparición sobre el escenario pr la tradicional afinación de instrumentos previa a la llegada del director, quien -fiel a su estilo habitual- encaró con su habitual pasión la interpretación de la música de Schifrin desde los primeros compases de The plot. Con excepción de alguna que otra imperfección en las cornetas, las entradas de los principales grupos de instrumentos fueron muy precisas merced a la impecable marcación de Siffert y ha sido un auténtico regreso a la infancia de esta cronista, quien no se perdía un capítulo de Misión Imposible los sábados por la noche. Lo mismo sucedió con la suite del film Dirty Harry (Harry, el sucio), donde la batería solista marca el ritmo para la entrada de los metales, percusión y cuerdas, que sonaron precisas y brillantes. La labor de Emmanuel Siffert al frente de la Sinfónica fue notable, con gran lucimiento de los percusionistas -especialmente, el solista de claves y marimba- y un excelente solo de batería al cierre de Bullit. Y a pesar de alguna que otra imperfección en los cornos en el desarrollo de Mannix, se vio compensado por el solo de piano final. Por último, las solistas de corno inglés, clarinete y oboe se lucieron en Cincinnati Kid, donde pudo apreciarse el trabajo de Siffert en cuanto a preparación de la orquesta en materia de ensayo y sonido.
A continuación, la Sinfónica Nacional brindó una bellísima versión de La magia di vivere de Rod Schejtman, obra de carácter romántico que se inicia con un solo de corno inglés hasta que el solista de corno lleva la melodía principal que, posteriormente, es tomada por la orquesta, donde las cuerdas la desarrollan. La labor de ambos músicos fue impecable, logrando un sonido puro y compacto. Fue muy aplaudida y Emmanuel Siffert invitó al compositor -quien se encontraba presente en la sala- a pasar al escenario y explicar la composición de la sinfonía Viva la libertad. Luego de seis meses de ardua labor, se pasó un video durante el intervalo con mensajes de ambos compositores sobre la concepción de la obra. Por parte de Lalo Schifrin:
“Ha sido una experiencia muy gratificante trabajar junto a Rod a lo largo de estos seis meses. Juntos hemos compuesto una sinfonía dedicada a la Argentina y espero que sea la primera de muchas obras que haremos juntos. ¡Parece que leyó mi mente!”
Por parte de Rod Schejtman: “Nuestro amor por la música y por nuestra patria nos unió en este proyecto histórico. Junto a Lalo Schifrin, hemos vivido seis meses apasionantes, trabajando día y noche desde Los Ángeles, compartiendo ideas y visiones para crear una sinfonía que refleja nuestra profunda conexión con la Argentina. Esta obra no solo es un homenaje a nuestra tierra, sino también una celebración de nuestra visión compartida del futuro de la música clásica”.
“Esta sinfonía no es solo una obra musical. Es un mensaje. Es una promesa. Es la voz de nuestra Argentina, la voz de un pueblo que, no importa el obstáculo, siempre se levanta y sigue adelante. Junto al Maestro Lalo Schifrin, dedicamos meses de nuestras vidas trabajando día y noche en esta obra. Cada armonía, cada melodía, está impregnada con el amor y la admiración que sentimos por nuestra tierra. Hemos querido rendir homenaje a nuestra Argentina, a su historia, a su gente. Y, sobre todo, hemos querido dejar un legado de esperanza: que la música nos recuerde siempre que lo mejor está por venir.”
El resultado es una sinfonía de alrededor de 35 minutos de duración dividida en tres movimientos, con un orgánico de alrededor de 100 músicos. Se inicia con un glissando a cargo del arpa y prosigue con una melodía en tono menor en cuerdas seguida por la percusión y los metales, de carácter épico y solemne, que alterna con un segundo tema a cargo de las maderas, mucho más dulce y nostálgico. Ambos temas se alternan durante todo el movimiento, donde los compositores demuestran su maestría en materia de orquestación. La coordinación y enjundia de Siffert fueron notables y su temperamento apasionado se puso de manifiesto en el segundo movimiento, mucho más dramático que el primero y cuyo inicio también está a cargo del arpa, seguida por las cuerdas y los metales. Posteriormente, las cuerdas introducen un segundo tema de carácter triste, reforzado por los golpes de timbal -impecable actuación de Marcos Serrano-. Al igual que en el primer movimiento, ambos temas también se alternan con desarrollo in crescendo, que permite el lucimiento de los solistas de los principales instrumentos. El movimiento final abre con un solo de oboe y flauta seguidos por la trompeta y la percusión, de carácter brillante en tono mayor, seguido por los metales y las cuerdas en una variación del tema inicial del primer movimiento. Precisamente, la misma secuencia de 8 notas correspondientes al segundo tema del 1° movimiento es introducida por el corno inglés y desarrolladas por las cuerdas de manera netamente romántica, dando esa señal de esperanza narrada por los compositores. Un solo de arpa y flauta introduce el segundo tema que, posteriormente, es desarrollado por violoncellos, violas, contrabajos y el resto de la orquesta para cerrarlo de manera brillante. Seguidamente, una passacaglia en cuerdas y una fanfarria en metales retoma el tema principal, desarrollado de manera vibrante y majestuosa por la orquesta antes de la recapitulación del segundo tema mediante una serie de variaciones para culminar con un final brillante en acorde fff. La sinfonía no sólo tuvo una buena recepción por parte del público, sino que los intérpretes y el autor se retiraron sumamente aplaudidos. Tal así fue, que Emmanuel Siffert y el ensamble de jazz previamente mencionado tomaron sus puestos sobre el escenario para ofrecer un bis: en un concierto dedicado a Lalo Schifrin, no podía faltar el clásico Misión Imposible, que sonó magistralmente en manos de semejantes intérpretes. Una nueva ovación para poner punto final al concierto.
La única objeción que una tiene para hacer con respecto de este estreno mundial es el nombre de la sinfonía. Según opinión de quien escribe, no parece lo más correcto usar un slogan político para asignarle un nombre a una obra de arte y mucho menos, en un país donde las políticas culturales se hallan en déficit en la mayoría de las jurisdicciones o parecieran brillar por su ausencia.
Martha CORA ELISEHT
EL ETERNO ENCANTO DEL ROMANTICISMO ALEMÁN
Muy buena actuación de la Sinfónica Nacional en el Palacio Sarmiento
EL ETERNO ENCANTO DEL ROMANTICISMO ALEMÁN
Martha CORA ELISEHT
En el armado de los programas de conciertos intervienen numerosos factores: las corrientes y estilos de la historia de la música (barroco, rococó, clasicismo, romanticismo, postromanticismo, impresionismo, expresionismo, dodecafonismo, minimalismo o vanguardia), la nacionalidad de los compositores incluidos en el programa o la edad en la cual compusieron sus obras. En el caso particular de la Orquesta Sinfónica Nacional, el romanticismo alemán fue el elegido para integrar el programa del concierto ofrecido en el Auditorio Nacional del Palacio Domingo Faustino Sarmiento el pasado viernes 14 del corriente bajo la dirección de Emmanuel Siffert, con la participación del pianista Fernando Viani para interpretar el siguiente repertorio:
- Concierto n°1 en Re menor para piano y orquesta, Op.15- Johannes BRAHMS (1833-1897)
- “Aus Italien” (Desde Italia), Op.16- Richard STRAUSS (1864-1949)
Otra característica de las obras comprendidas en el programa es que fueron compuestas durante la juventud de ambos músicos. El célebre Concierto en Re menor para piano y orquesta de Brahms data de 1858 y fue compuesto originalmente como una sonata para dos pianos en 1854. Siguiendo los consejos de su amigo Julius Otto Grimm, lo orquestó como una sinfonía en 4 movimientos para presentárselo a Joseph Joachim, quien fuera su mentor y amigo personal. A éste le gustó la idea hasta que, finalmente, Brahms decidió transformarlo en un concierto para piano y orquesta en 1855, cuando sólo contaba con 22 años y atravesaba uno de los momentos más difíciles de su vida debido al deterioro de la salud mental de su amigo y maestro Robert Schumann, quien fuera internado en un asilo hasta su fallecimiento al año siguiente. Su estreno tuvo lugar en la Gewandhaus de Leipzig en 1859, con el compositor al piano bajo la dirección de Joachim al podio. A pesar de ser una obra maestra que demuestra la madurez de Brahms como compositor, fue muy duramente criticada el día de su estreno. Tras una revisión realizada y aprobada por Clara Wieck, el concierto fue adquiriendo popularidad y suceso con el correr del tiempo y se transformó en una obra de repertorio desde 1861 en adelante. A diferencia de sus predecesores, donde la orquesta acompaña y establece un diálogo con el instrumento solista, Brahms combina y ensambla los efectos pianísticos con la orquesta durante los tres movimientos que lo integran (Maestoso/ Adagio/ Rondó: Allegro non troppo). Su duración aproximada es de 45- 50 minutos, de los cuales, el 1° movimiento (Maestoso) es el de mayor duración (20 minutos) y está dividido en 5 partes: introducción orquestal, exposición, desarrollo, recapitulación y coda. Posee numerosos acordes en arpegio en cuerdas y trinos -una auténtica innovación en materia de armonía para la época- introducidos por la orquesta y repicados por el solista en el desarrollo. Emmanuel Siffert supo imprimir su marcación y su sello a la Sinfónica desde los primeros compases, logrando una gran calidad sonora. En cambio, Fernando Viani sonó un tanto impreciso en los primeros compases del 1° movimiento, pero interpretó muy bien las cadencias y los trinos característicos de esta obra. Se lo notó sumamente preciso en los dos movimientos restantes, donde hizo gala de su pulsación, técnica y digitación, con un muy buen dominio del instrumento. El público lo recibió con un cálido aplauso, motivándolo a ofrecer un bis: Allegretto en Do menor de Schubert, que sonó cristalino y sumamente romántico. Se retiró ovacionado tras su interpretación.
Aus Italien (Desde Italia), Op.16 es uno de los poemas sinfónicos menos conocidos de Richard Strauss, compuesto después de una visita a dicho país en 1886, cuando sólo tenía 22 años. Representa una obra de transición entre el estilo juvenil y su madurez creativa, motivo por el cual su autor la definió como “fantasía sinfónica” en 4 movimientos: Andante (En el campo) / Allegro molto con brío (Ruinas de Roma) / Andantino (En las playas de Sorrento) y Finale: Allegro molto (Escenas de la vida napolitana). En el último movimiento incluyó la tradicional canzonetta napolitana Funiculí, funiculá del compositor italiano Luigi Denza (1846-1922) creyendo que era una melodía tradicional. Sin embargo, le jugó ostensiblemente en contra: Denza lo demandó por plagio y ganó el juicio, de modo tal que percibió un canon cada vez que se interpretaba la obra. Su interpretación dura aproximadamente 40 minutos, donde ya se vislumbra el estilo que desarrollará posteriormente en sus poemas sinfónicos más célebres (Las alegres travesuras de Till Eulenspiegel, Muerte y Transfiguración y otros). Es una obra que se interpreta en muy pocas ocasiones en el medio local y la versión ofrecida fue muy buena, con un gran lucimiento tanto del organismo como de los solistas de los principales grupos de instrumentos – salvo algunas imperfecciones en los cornos- lo que valió un aplauso sostenido por parte del público.
El rescate de estas obras es un mérito más en la larga trayectoria de la Orquesta Sinfónica Nacional merced al profesionalismo de sus integrantes y también, de su programador - Ciro Ciliberto-. Una vez más, el encanto eterno del romanticismo alemán se hizo presente para deleitar los oídos de los espectadores.
Martha CORA ELISEHT
UN FINAL INMEJORABLE
Momento de pasajes sinfónico-corales durante la interpretación del "Requiem de Guerra" Op. 66 de Benjamín Brtitten con la Orquesta Sifónica Nacional y el Coro Polifónico Nacional junto a la sólida conducción del Maestro Emmanuel Siffert captado por la cámara de Martha Cora Eliseht.
UN FINAL INMEJORABLE
Orquesta Sinfónica Nacional: Concierto de cierre de la temporada 2024, Director: Emmanuel Siffert. Solistas: Mónica Ferracani (Soprano), Ricardo González Dorrego (Tenor), Víctor Torres (Baritono), Gretel Thomas (Voz Infantil). Participación del Coro Polifónico Nacional, Director: Antonio Domeneghini y del Coro Nacional de Niños, Directora: María Isabel Sanz. Programa: Obras de Debussy y Britten. Auditorio Nacional, 13 de Diciembre de 2024.
NUESTRA OPINION: EXCELENTE
Y continúan los cierres de temporada 2024, en este caso, los correspondientes a algunos organismos pertenecientes a la Dirección Nacional de Elencos Estables como lo son la Orquesta Sinfónica Nacional, el Coro Polifónico Nacional y el Coro Nacional de Niños. La Dirección estuvo confiada al principal director de orquesta invitado de esta temporada, Emmanuel Siffert .
Dos obras opuestas entre sí monopolizaron la programación de este concierto. En primer lugar pudo apreciarse la poco frecuentada “Salut Printemps” de Claude Debussy, autor también del texto, basado en un poema de Anatole de Segur, para coro de mujeres con una breve intervención solista de soprano y pequeña orquesta. En esta oportunidad fue ofrecida en versión con coro de niños y una voz infantil solista. Exaltación de la felicidad y la belleza, tiene una maravillosa línea melódica y muy delicada orquestación. Siffert logró exponer todas estas características mencionadas, contando además con la inestimable colaboración del Coro Nacional de Niños, impecablemente preparado por María Isabel Sanz, el que exhibió emisión homogénea, afinación perfecta, amalgama sonora y ataques precisos. Párrafo aparte para la breve pero estupenda intervención solista de la niña Gretel Thomas quién muy bien guiada por sus padres (reconocidos intérpretes de Ntro. Medio) sabe ya lo que es plantarse frente al público, cantar con magnífica soltura y revelarse portadora de un bellísimo timbre vocal. Este brevísimo momento sirvió como un grato bálsamo antes de la fortísima obra que sobrevendría a continuación.
El “Requiem de Guerra”, Op. 66 de Benjamin Britten surge como consecuencia del encargo al compositor para la reapertura de la Catedral de Coventry, severamente dañada por los ataques alemanes a las Islas Británicas durante la segunda guerra mundial. Sabido es que Brtitten mantuvo una férrea actitud anti belicista y que junto a su pareja, el tenor Peter Pears, al estallar la contienda decidieron partir a Canada primero y a Estados Unidos luego para evitar la convocatoria al frente de batalla. Tras la guerra sobrevino el regreso y con ello el inicio de un fecundísimo período creativo en el que vio la luz, entre otras, esta obra. Consta de los números del ordinario tradicional para difuntos:”Requiem et Kyrie”, “Dies Irae”, “Ofertorium”, “Sanctus”, “Agnus Dei” y “Libera Me” con los textos en latín entonados por la soprano y los coros a los que intercala poemas de Wilfred Owen en lengua inglesa interpretados por tenor y barítono, los que describen las luchas mantenidas, la inutilidad del conflicto, flota en el aire la crítica hacia los líderes por no solucionar las diferencias y tras el final, el reconocerse rivales, decir cada uno lo suyo y comenzar juntos el arduo camino de la reconciliación. Britten emplea una gran orquesta sinfónica con todos los cánones y el lenguaje del post-romanticísmo, mientras que un conjunto de cámara alterna con la formación principal en diferentes pasajes de la obra. Un coro de mayores y otro de niños intervienen también. En el caso de los últimos lo hacen creando un efecto “Celestial”. Momentos reflexivos se alternan con pasajes de una ·violencia sonora” que no deja indiferente a oyente alguno. Instantes de una energía arrolladora se hacen presentes, fundamentalmente a través de fanfarrias y de pleno uso de los instrumentos de percusión. Puede reconocerse en muchísimos pasajes la esencia de la música inglesa, exaltada por Britten como pocas veces.
La versión ofrecida por Siffert estuvo a la altura de las muy buenas labores ofrecidas por las orquestas de Ntro. medio, las dos del gran Maestro Stuart Bedford (colaborador habitual del compositor) junto a la Filarmónica de Buenos Aires, la del Maestro Pedro Ignacio Calderon al frente de la Sinfónica Nacional y la realizada por Guillermo Scarabino en el Teatro Colón. Tuvo por parte del Mtro. Sieffert cabal comprensión de la partitura, total control del conjunto en los pasajes de bravura, plena conexión con los solistas y las masas corales e instantes de suprema sutileza. El color exhibido en el número final en donde se amalgaman todas las fuerzas intervinientes fue sencillamente formidable. Brillante desempeño del Coro Polifónico Nacional con la guía de Antonio Domeneghini, preciso en todos los ataques y absolutamente seguro en cada intervención. También una vez más, el Coro Nacional de Niños bajo la guía de María Isabel Sanz repitió otra magnífica intervención y en la faz solista, tres desempeños rutilantes, los de Mónica Ferracani, Ricardo González Dorrego y Víctor Torres con soberbia línea canora, saber en el decir y expresividad intachable.
Superados algunos tropiezos que meses atrás impidieron su realización, esta obra llegó para mostrar la calidad de estos tres elencos estables. Hubo funcionarios presentes que serán los responsables de que el alto nivel de todos los conjuntos oficiales no decaiga.
Donato Decina
Donato Decina
PODRÁN CAMBIARLE EL NOMBRE, PERO NO LA EXCELENCIA
Sublime concierto de Emmanuel Siffert y la Sinfónica Nacional en el Palacio Sarmiento
PODRÁN CAMBIARLE EL NOMBRE, PERO NO LA EXCELENCIA
Martha CORA ELISEHT
Por decreto presidencial n°897 y, coincidente con el 150° aniversario de la asunción de Domingo Faustino Sarmiento como presidente de los argentinos, a partir del 12 de Octubre pasado, el Centro Cultural Kirchner (CCK) pasó a llamarse Palacio Libertad “Domingo Faustino Sarmiento” y la Dirección Nacional de Elencos Estables pasó a depender de Secretaría General de la Presidencia de la Nación en vez de la Secretaría de Cultura -dependiente, a su vez, del Ministerio de Capital Humano-. No obstante, y, hasta el momento, el funcionamiento de la institución y la excelencia de las manifestaciones culturales que allí se ofrecen no parecen verse afectadas por un simple cambio de nombre. Prueba de ello ha sido el magnífico concierto ofrecido por la Orquesta Sinfónica Nacional bajo la dirección de Emmanuel Siffert el pasado miércoles 16 del corriente en el Auditorio Nacional de la mencionada institución, con la participación de la mezzosoprano Cecilia Díaz como solista.
El programa estuvo integrado por las siguientes obras:
- “Materia Oscura” (estreno mundial)- Guillermo PERNA
- “Shéhérezade” – Maurice RAVEL (1875-1937)
- “Una vida de héroe” (Ein Heldesleben), Op.40- Richard STRAUSS (1864-1949)
Alumno de Horacio Ceballos, Guillermo Perna es un destacado compositor argentino, egresado del Instituto Tecnológico de Música Contemporánea y, posteriormente, del IUNA con especialización en guitarra. Actualmente se desempeña como docente de la mencionada institución y se perfecciona con el maestro Eduardo Isaac. Su obra Materia Oscura – cuyo estreno se produjo en el presente concierto- combina elementos de electroacústica, orquesta y acompañamiento de órgano. Se inicia con sonidos de sintetizador fuera de escena simulando el canto de los pájaros y continúa con un ostinato en cuerdas y piano, donde el violoncello solista lleva la melodía junto con el oboe, clarinete y fagot. Su línea melódica es mayormente tonal, con algunas disonancias y numerosos contrapuntos muy bien logrados entre las diferentes secciones de instrumentos. Lleva un orgánico cuasi completo que incluye abundante percusión (marimba, cajas, xilofón, glockenspiel, gong, doble tambor redoblante), maderas por 3 (que incluye piccolo y corno inglés), metales por 3, tuba, piano, arpa, celesta, cuerdas y órgano, que brinda el apoyo sobre el cual se sustenta la melodía. La labor de los principales solistas instrumentales de la Sinfónica fue estupenda, destacándose el violoncelista Esdras Campos, el solista de tuba -cuya labor fue estupenda-, el pianista Marcelo Balat y el organista Sebastián Aschenbach, entre otros. Posteriormente, un segundo tema -más sincopado en la percusión, con contrapunto en cuerdas- se impone hasta que el piano retoma la melodía para desembocar en un poderoso tutti orquestal, apoyado por el órgano y el bombo. La obra se cierra con golpes de este último instrumento hasta que la melodía desaparece por completo. Fue muy bien recibida por el público y Emmanuel Siffert invitó al compositor a subir al escenario para compartir los aplausos.
Basada en su homónima de Rimsky- Korsakov, Maurice Ravel compone el ciclo de canciones Shéhérezade sobre poemas de Tristán Klingsor en 1904. Ambos eran miembros de un grupo de artistas jóvenes creativos denominado “Les Apaches” y el genio de Ciboure quedó encantado con los versos de “Asie” (Asia) y decidió realizar una suite de canciones para mezzosoprano solista y orquesta. Su estreno tuvo lugar en París en Mayo de ese mismo año bajo la batuta de Alfred Cortot, con la participación de la mezzosoprano Jeanne Hatto como solista. Cada una de las tres canciones que integran en ciclo está dedicada a una persona diferente: en el caso de Asie, a Jeanne Hatto; La flûte enchantée (La flauta encantada), a Madame René de Saint- Marceux y L’indifférent (El indiferente), a Emma Bardac. La primera (Asie) es la más larga y está compuesta en Mi bemol menor, tonalidad que alude al misterio y la fascinación por lo oriental, donde el poeta desea vivir una fantasía europea con reminiscencias asiáticas. La música aumenta de intensidad a medida que su imaginación se vuelve más febril y se desvanece cuando se enfrenta nuevamente con la realidad. En la segunda, la música es una mezcla de tristeza y alegría, que narra la historia de una joven eslava que cuida de su maestro dormido, dominada por la flauta en modo frigio. Por último, El indiferente alude a los encantos que un joven andrógino ejerce sobre el poeta, quien no logra convencerlo de que vaya a tomar vino a su casa. Escrita en Mi mayor, los motivos de cuerdas oscilantes a cargo de la orquesta brindan ese toque impresionista característico del compositor. La interpretación de Cecilia Díaz fue perfecta, con las sutilezas interpretativas características del repertorio francés. Los matices de su voz dieron el toque justo para narrar la aventura y el sueño oriental de Asie; la historia ya mencionada en La Flûte enchantée – soberbios solos de Amalia Pérez- y su maestría interpretativa en L’indifférent. Por su parte, el acompañamiento orquestal a cargo de Emmanuel Siffert fue estupendo, con muy buenas intervenciones del concertino Daniel Robuschi y del cellista Esdras Campos. El Auditorio Nacional estalló en aplausos tras tan exquisita – y prolija- versión de esta consabida obra.
La obra de fondo elegida para este concierto fue el poema sinfónico Ein Heldesleben (Una vida de héroe), Op.40 de Richard Strauss, que representa el inicio del ciclo de poemas sinfónicos en su etapa de madurez como compositor. Se estrenó en 1899 en Frankfurt con la presencia del compositor en el podio y consta de 6 partes con títulos descriptivos: El Héroe, (introducido al unísono por los violoncellos, las violas y los cornos en Mi bemol mayor- que recuerda a la apertura de la Heroica de Beethoven-), Los adversarios del Héroe, (efecto logrado mediante una serie de chillidos, gruñidos cromáticos y atonales en madera y metales), La compañera del Héroe (representada por un solo de violín), El campo de batalla del héroe, (introducido por la percusión y seguido por la trompeta en ¾, llamando a la batalla hasta que el protagonista vence con una majestuosa fanfarria en 4/4), Las obras de paz del Héroe (con reminiscencias de otros poemas sinfónicos del autor, como Till Eulenspiegel y Don Quijote) y La retirada del mundo y consumación, que se ejecutan sin interrupción dentro de una estructura sinfónica de sonata con rondó. Lleva una poderosa orquestación (maderas por 4, flautín, corno inglés, contrafagot, 2 clarinetes en Si bemol, 1 en Mi bemol y clarinete bajo), 8 trompas, 5 trompetas, 3 trombones, 1 tuba tenor en Si bemol, tuba, 2 arpas, cuerdas y abundante percusión), motivo por el cual no se representa muy a menudo en los programas de conciertos. De hecho, la última versión que se ofreció de esta obra fue en 2016 en el Teatro Colón, bajo la batuta de Zubin Mehta al frente de la orquesta del Maggio Musicale Fiorentino. Por lo tanto, fue un doble mérito de Emmanuel Siffert y de la Sinfónica Nacional, a la cual se pudo apreciar con un sonido unánime y sumamente compacto desde el primero hasta el último compás, donde absolutamente se lucieron todos sus integrantes y, principalmente, los solistas de los diferentes grupos de instrumentos. La versión fue sublime y brillante de cabo a rabo, con una magistral interpretación de Daniel Robuschi en los solos de violín y la cadencia que alude a la compañera del héroe. Es una pena que no existan programas de mano o una actualización de la página web que mencione a los actuales integrantes de la orquesta a fines de mencionar a quienes se destacaron, evitando que caigan en el ignoro.
Independientemente del cambio de nombre, el Centro Cultural sigue siendo el hogar de una de las mejores orquestas del país, que sobresalió en uno de los mejores conciertos que quien escribe pudo apreciar desde el inicio del corriente año. Parafraseando a Enrique Pinti: “quedan los artistas” y, en este caso, la excelencia, que continúa sin mayores variantes.
Martha CORA ELISEHT
CON PRECISIÓN MATEMÁTICA Y VALOR AGREGADO
Impactante desempeño de Emmanuel Siffert junto a la Sinfónica Nacional en el CCK
CON PRECISIÓN MATEMÁTICA Y VALOR AGREGADO
Martha CORA ELISEHT
Además de ser un eximio director de orquesta, el suizo Emmanuel Siffert es un asiduo visitante de la Argentina y un colaborador permanente de las orquestas locales. Ha dirigido más de una docena de producciones de ballet en el Teatro Colón y en numerosas oportunidades, a la Orquesta Sinfónica Nacional y a la Sinfónica de San Juan, de la cual fue director titular. Asimismo, es invitado permanente del Instituto Superior de Arte del Teatro Colón (repertorio de canto de ópera) y de la Universidad Católica de Buenos Aires (clase de Dirección Orquestal). Sus interpretaciones son de excelente calidad y lo demuestra cada vez que se presenta sobre los escenarios de las salas de conciertos más importantes del país. La última tuvo lugar el pasado viernes 31 de Mayo en la Sala Sinfónica del Centro Cultural Kirchner junto a la Orquesta Sinfónica Nacional, con la presencia de los siguientes solistas: Lucía Luque (violín) y Hermann Schreiner (violoncello) para abordar el siguiente programa:
- Obertura “La Novia de Messina”, Op.100- Robert SCHUMANN (1810-1856)
- Doble concierto para violín, violoncello y orquesta en La menor, Op.102- Johannes BRAHMS (1833-1897)
- Sinfonía n°6 en Do mayor, D. 589 (“Pequeña”)- Franz SCHUBERT (1797-1828)
Con un orgánico importante y prácticamente completo, Emmanuel Siffert hizo su presentación sobre el escenario del Auditorio Nacional para interpretar la mencionada obertura de Schumann, que lleva el Op. 100 de la extensa producción del músico alemán. Escrita en la tonalidad de Do menor entre 1850 y 1851, es una pieza de gran belleza tonal e instrumental, característica del estilo romántico. No es una obra que se incluya habitualmente en los programas de conciertos -de hecho, era la primera vez que una tomó contacto con la misma- y la interpretación de Siffert gozó de un valor agregado: el grado de expresividad alcanzado por la orquesta. Como se diría vulgarmente, la hizo cantar.
El Doble concierto para violín, violoncello y orquesta en La menor, Op.102 es la última obra orquestal compuesta por Brahms en 1887 durante su estancia de verano en Thun como gesto de reconciliación hacia su amigo -el violinista Joseph Joachim- tras la separación de su esposa. También lo dedicó al violoncelista Robert Hausmann, quien le había solicitado componer piezas para dicho instrumento. Ambos músicos lo estrenaron en 1887 junto a la Orquesta Gürzenich de Köln, con la presencia del compositor en el podio. Sus tres movimientos (Allegro/ Andante/ Vivace non troppo) poseen las características típicas de la producción brahmsiana: solemne, romántico y marcial. Tras el tutti inicial de 4 compases que abre el 1° movimiento, el violoncello prosigue con una cadencia que, posteriormente, es tomada por el violín y cuyo desarrollo está a cargo de los solistas. En el Andante central en Re mayor, los instrumentos solistas interpretan en octavas paralelas el tema principal, tras las dos cuartas introducidas por las maderas y las trompetas para desembocar en el vibrante Vivace non troppo, donde el cello introduce el tema principal, caracterizado por ser inquieto, danzante, a la usanza gitana, que es retomado posteriormente por el violín hasta la introducción de la orquesta, que cierra con una coda en La mayor tras su desarrollo. En la presente versión, la Sinfónica Nacional sonó magnífica, con una perfecta marcación de tempi por parte del director y lucimiento de los solistas de las diferentes secciones de instrumentos. El desempeño de Hermann Schreiner fue excelente, completamente compenetrado con la obra, logrando un sonido profundo. No puede decirse lo mismo de Lucía Luque, donde faltó vuelo en la interpretación y “canto” en el violín. Sin embargo, los solistas tuvieron su revancha en el bis: el consabido Dúo para violín y violoncello de Zoltan Kódaly, que sonó mucho mejor y se retiraron sumamente aplaudidos.
La Sinfonía n°6 en Do mayor, D.589 (Kleine C-dur en alemán, o Pequeña sinfonía en Do mayor para diferenciarla de la Gran sinfonía en la misma tonalidad, D.944) fue compuesta por Schubert en 1817, pero recién se completó en 1826. Al igual que con tantas de sus obras, Schubert no pudo gozar su éxito en vida, ya que falleció antes de su estreno -ocurrido en Viena en 1828-. Recién fue publicada en 1884 por Breitkopf & Härtel tras la recopilación de sus obras por Johannes Brahms. Posee 4 movimientos: Adagio-Allegro en Do mayor (el adagio en ¾ y el allegro, en 4/4), Andante en Fa mayor (2/4), Scherzo. Presto- Trío. Piú lento (Do mayor, ¾) y Allegro moderato en Do mayor (2/4), cuya interpretación debe sonar muy precisa, pero a la vez, romántica. Esto fue lo que se logró merced a la impecable labor de Siffert al frente de la Sinfónica Nacional y a todos sus integrantes, que lo hicieron posible. Una versión magistral, exquisita y con un toque auténticamente vienés.
El hecho de contar con un director de primera categoría es algo que le hace muy bien a cualquier orquesta. En el caso particular de la Sinfónica Nacional, es un romance que ya lleva muchos años y posee un valor agregado: la correspondencia perfecta entre músicos y director, que hace que todo suene maravillosamente bien.
Martha CORA ELISEHT
UN EXCELENTE MENU DE TRES PLATOS EXQUISITOS….
UN EXCELENTE MENU DE TRES PLATOS EXQUISITOS….
Concierto de la orquesta Sinfónica Nacional. Viernes 6 de mayo de 2022. Dirección Emmanuel Siffert. Auditorio Nacional. Aforo 85% . NUESTRA OPINION: MUY BUENO
Tan de moda hoy los restaurantes de autor, bien podemos hacer un paralelo con los nuevos estilos y el programa que generosamente nos regalara la Orquesta Sinfónica Nacional.
El lugar: Desde su inauguración el CCK es la sede de la Orquesta y regala un marco de jerarquía para disfrutar veladas musicales de excepción.
Este viernes llamó la atención la enorme cantidad de público juvenil que pobló las gradas medias y superiores, con sus estilos y maneras llenaron de aire fresco la sala. Bienvenidos y esperamos ¡que sea este un lugar de encuentro común y permanente!
El chef: El maestro Emmanuel Siffert es un conocido de la casa. Tiempo atrás lo disfrutamos como director en el Ballet de nuestro máximo coliseo y ha tenido la dirección de la Orquesta de San Juan con gran éxito. Cada una de sus presentaciones en el Auditorio Nacional junto a la Orquesta ha sido una gratísima experiencia para el oyente ya que propone programas poco habituales, solistas de alto nivel y trabaja con los músicos con la delicadeza de un orfebre de metales preciosos extrayendo verdaderas joyas. Y así lo demostró una vez más lo que justifica que sea llamado nuevamente para ocupar el podio.
La cocina y los ingredientes: Nuestra querida orquesta está viviendo una etapa difícil….las políticas existentes desde hace mucho tiempo no han previsto los recambios generacionales y hoy , después de muy largas carreras, sus integrantes símbolo se van retirando….En paralelo otros orgánicos tienen mejores salarios que llevan a un movimiento migratorio.
Tenemos por un lado los experimentados profesores referentes y nueva sangre joven que está haciendo sus primeros pasos…. Todos ellos demuestran un amor a su trabajo y alta entrega, lo cual queda plasmado en el resultado siempre satisfactorio a pesar de los impactos de elementos externos y quizás poco artísticos pero que también deben considerarse.
Igual, hay esperanzas….quien escribe estuvo el día miércoles disfrutando de la Orquesta Nacional Juvenil con sus casi 100 integrantes, todos de nivel superior. El trabajo se está haciendo…falta quizás la visión estratégica para amalgamar ambos organismos y hacer como en el futbol…que las inferiores sean el semillero de la superior...
Menú de entrada: Un estreno. La obra de José Luis Campana Aoïr el viento del sur (2011), para orquesta sinfónica “live” y gran ensamble de instrumentos acústicos de tradición oral digitalizados.
Este año quienes tienen la responsabilidad de la programación nos invitan a expandir la experiencia a nuevas sensaciones. Una obra en cuatro movimientos que trabaja con el orgánico completo, alternando armonías y disonancias con sonidos grabados.
La obra tiene un carácter de música incidental y me hizo recordar a otras experiencias como el concierto acuático de Tan Dum que presentara hace muchos años la Filarmónica De Nueva York con Kurt Masur….
Buena paleta de efectos y concatenación. El publico la recibió con agrado quedando una sensación de necesidad de algo más….hay mucho potencial por explotar . Gracias al autor por abrir nuevas puertas.
EL recomendado del Chef: Concierto para violín y orquesta en la menor OP 53 de Antonin Dvorak.
Para servir esta exquisitez se contó con la presencia de Xavier Inchausti, antiguo concertino de la casa. Quienes seguimos su carrera desde sus tempranos inicios sabemos perfectametne de su técnica depurada, su sonido limpio y claro y su perfección. Tres aspectos que generosamente regaló en cada uno de los movimientos de la hermosa obra del compositor checo que fueron expuestos con un sonido diáfano y claro, recreando todos los colores tanto folklóricos como académicos que sabiamente conjuga el compositor en todas sus obras.
Si a eso sumamos la sensibilidad del maestro Inchausti, con una digitación sublime y un manejo del arco digno de admiración, da como resultado un intenso concierto que causa enorme disfrute al oyente.
Justificada y merecida la aclamación final como justa devolución. Sus colegas de antaño y los asistentes regalaron generosos aplausos. Una interpretación que quedará en la memoria de muchos…
El postre: Una rareza… Sinfonía número 1 Op 44 de Alberto Williams.
Consultando a habitués fue muy difícil encontrar recuerdos de la interpretación de esta joya de la abuela. Había que retroceder en el tiempo entre 40 y 50 años bajo celebres batutas como Jorge Fontenla y Juan Carlos Zorzi ( esta última accesible en la web).
Una vez más el maestro Siffert trajo a consideración una obra exquisita del primer período del compositor, padre del nacionalismo musical. Tres movimientos que mezclan los estilos de poemas sinfónicos de Richard Strauss con la recuperación y elevación de los ritmos telúricos.
Estoy seguro que fue primera audición para la mayoría de los asistentes provocando una inmensa ovación y público de pie luego del último acorde.
Esto me anima a sugerir a quien corresponda que la obra del maestro Williams ( y de otros tantos) merece un gran trabajo de recuperación y difusión. Tenemos en nuestro medio excelentes historiadores y musicólogos que con alguna clase de apoyo y soporte pueden sin dudas embarcarse en semejante trabajo quijotesco. Hay mucho por aprender y disfrutar, y contamos en nuestro país excelentes profesionales que pueden asumir el desafío. Y también orquestas en provincias capaces de recrear y dar un sentido federal a esta idea. Si tenemos en nuestras discotecas las 9 de Beethoven…por qué no tener un tesoro similar de los grandes autores argentinos?
En síntesis, una noche para el recuerdo y la reflexión. Tenemos artistas extraordinarios y autores enormes de los cuales conocemos una mínima parte.
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Andrés Berretta
Andrés Berretta
GOMPPER Cello Concerto.1 Double Bass Concerto.2 Moonburst Emmanuel Siffert, cond; Royal PO; 1Timothy Gill (vc); 2Volkan Orhon (db) NAXOS 8.559855 (60:08)
This release of music by the American composer David Gompper (b. 1954) completes a trilogy of Naxos recordings devoted to his concerti for string instruments. This volume (including Moonburst) also forms the other half of a pair with the previous disc (including Sunburst). I wrote very positively about the previous disc in 42:6, and it was one of the best CDs I’d heard in several years. This new album is a worthy successor in every way: superb recordings of three excellent pieces. Gompper is a very fastidious and highly self-critical composer, and when a work of his reaches its final form, it is highly polished and carefully considered in every detail. I am consistently impressed with the balance he strikes between being connected to tradition but also saying something new.
Timothy Gill, the excellent soloist for the cello concerto, appeared in Gompper’s magnificent double concerto (perhaps his finest work to date) on the previous CD releases. The cello concerto (2019) is in two movements, an energetic “Mnemosyne” followed by a still, memory-like “Lethe.” (The two names come from Greek mythology: the goddess of memory vs. the spirit/river of forgetfulness.) Gompper notes that the orchestration of the concerto (with only strings, keyboards, and percussion) was inspired by a performance he heard in the late 90s of Boulez’s memorable work Sur Incises (for three each of pianos, harp, and percussionists). The two movements work in perfect aesthetic balance, and the whole piece is filled with exquisite timbral details. The cello’s nervous energy in the first movement results in a variety of orchestral “responses” that feel totally organic. In the second movement, there is a distinctly “spooky” element to the atmosphere that the percussion (which open the movement with quiet flower pot tremolos) and pianos provide with a timbral coloring of the C# that is the movement’s central pitch. As always with Gompper’s work, despite the intense detail and creative effects, everything is lucid and contributes audibly to the experience. The clarity of the sound images always makes for real accessibility.
The double bass concerto (2018) is a response to a solar eclipse, and the titles of the three parts (Penumbra, Umbra, Antumbra) reflect that sequence. The double bass, while an essential and effective part of standard orchestral texture, is a very difficult instrument to use as a concerto soloist. I’ve heard many concertos for it, and I only find the smallest handful to be effective. It is a particular disaster when a composer approaches the instrument as some sort of traditional heroic concerto protagonist (like a piano, violin, or trumpet.) Gompper has approached the problem by integrating the instrument’s understated “muted” character (and its timbre that is somehow both full and hollow at the same time) into the eclipse concept of the piece. He writes: “When light from the sun travels through the valleys of the moon, there is a moment (around two minutes, depending on your point of view on earth) where ‘beads’ of light seem to dance around the edges of the moon. This is suggested by the pulsating harmonics in the solo directly in the opening bars. The idea of covering and masking direct sunlight with the moon is, in some imaginary way, replicated sonically. I was keen to position the double bass in such a way as to create sonic shadows, auras, and glimpses of sound that are suggestive and ambiguous, often whispered and always muted.” Soloist Volkan Orhon plays superbly. By integrating the bass’s sound character so essentially into the concept of the piece, Gompper has made a piece where the scoring feels essential. This is indeed a welcome contrast to concerti for the instrument where one is left wishing the soloist were something else.
Moonburst (2018) is either a stand-alone piece or the second half of a two-movement work (Sunburst appearing on the previous disc.) The composer writes that the music “reflects the transforming images of the night: a calm and gentle breeze triggering a whispering of leaves and twigs; the silent flight of owls amid a full moon overflowing with milky light and the distant yet sustained final mating calls of cicadas, all of which surrounds a sleepless mind reflecting on time passed.” The music derives material from three works of other composers: Schoenberg’s “Mondestrunken” from Pierrot lunaire, Sciarrino’s Sui poemi concentrici, and Debussy’s Clair de lune. This is a thoroughly evocative and atmospheric piece, with a particularly wonderful last three minutes, where the climax unfolds broadly and resplendently before disappearing.
All three of the Naxos albums are “must haves” in my view for anybody with an interest in orchestral music of the present era. All this music has been recorded in strong, composer-supervised performances. Gompper has been writing impressive music for a long time, but in these three albums, we really get the full sense of this truly excellent composer.Carson Cooman
Superb orchestral music by a major composer
Five stars
Carson Cooman
Freitag ist Konzert
A article about my Conducting activity in South-America, in the
NEUE ZEITSCHRIFT FUER MUSIK (founded by Robert Schumann in 1834)
Emmanuel Siffert
downloadable documentsDe regreso a lo esencial con la Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia
Por Irene Littfack, 23 febrero 2020
El público del Teatro Colón se elevó en una ovación generalizada. Entre aplausos y vitoreos, el director suizo Emmanuel Siffert salió tres veces al escenario para despedirse de aquel auditorio que acababa de presenciar un magnífico concierto. Con la misma humildad y sencillez con la que dirigió, le regaló una reverencia al público y un saludo generoso a la Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia. El entusiasmo de los asistentes respondía de manera equivalente a la entrega y la energía que sostuvo la Orquesta durante este concierto. Antes de dejar el Teatro, repasé en mi mente lo sucedido en esta velada.
El Concierto-son para flauta y orquesta de Arturo Márquez abrió el programa. En el escenario, Gaspar Hoyos, primera flauta de la Orquesta de la Ópera Nacional de Lorraine, saludó al público con una sonrisa ligera. La precisión del inicio y la sonoridad de la orquesta fueron la primera puntada de ese hilo con el que se tejería todo el concierto: la energía arrolladora de una orquesta que lo entregó todo en escena y se desenvolvió con absoluto poder, sinergia y pulcritud. Sobre el ritmo de danzón cubano, bien establecido por la Sinfónica, brilló el sonido penetrante, dulce e intenso del solista colombiano. Haciendo honor al nombre del primer movimiento, De tierra, el color y la atmósfera se mantuvieron estables. La orquesta brilló por sus intervenciones rítmicas y los diálogos compenetrados de la melodía, repartida entre los vientos madera y los violines.
El flautista Gaspar Hoyos, el director Emmanuel Siffert y la Orquesta Sinfónica Nacional
© Archivo Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia
El solista, con sus pasajes virtuosos, se mantuvo sobrio en su interpretación. Mientras tanto, en el segundo movimiento, De mar, el sonido de la flauta, más pastoso y etéreo, nos condujo a una atmósfera ligera en donde la orquesta se movió por matices fantásticos. En la segunda parte, el ritmo de son fue liderado por la clave y las congas, mientras que la flauta iba cantando una melodía sentida que se transforma en una sección de carácter improvisatorio sobre gestos afrocaribeños. La sonoridad del tutti evocó las bandas de bolero de mediados de siglo. El tercer movimiento, una cadenza de concierto ágil y virtuosa, dice mucho y a la vez aporta poco. Finalmente, De fuego, la última parte, terminó por demostrar el abanico dinámico del solista, así como un nuevo carácter, esta vez más gracioso y animado. Resalto los solos del corno francés y las maderas, la expresividad de la orquesta, su sonoridad brillante, el balance con relación al solista y su precisión en el ensamble. Gaspar Hoyos nos trajo de regreso a lo esencial: un sonido genuino y fascinante, una interpretación justa y medida y un despliegue de matices que funcionan como escalera: conducen hasta la cúspide, sostienen la tensión y nos devuelven al más confortable reposo.
Después de este primer momento brillante y rítmico, el programa dio un giro hacia una obra trascendental, emotiva y profundamente humana: la Sinfonía núm. 2 de Rachmaninov. A lo largo de sus cuatro movimientos, la orquesta nos condujo por melodías largas, dolorosas y apasionadas, así como por secciones triunfales, ágiles y llenas de fuerza en las que la precisión en los cambios de tempo y el nivel de comunión fueron los derroteros. Tal vez esa dualidad presente en cada sección es la que hace de esta Sinfonía una obra tan penetrante, transformadora y humana.
El Largo del primer movimiento fue sinónimo de belleza pura: las cuerdas, sentidas y en total sincronía, nos permitieron emocionarnos y soñar. La energía y entrega de toda la orquesta se reflejó en cada frase conducida, en la calidad del sonido, la afinación impecable y la mezcla de timbres abiertamente opuestos que lograron fundirse para crear un entorno sonoro poderoso. Tanto en este como en los demás movimientos, Siffert manipuló el tempo de manera magistral, logrando sostener instantes, como quien los congela en el tiempo, y luego hacerlos fluir con naturalidad. En el segundo movimiento, el contraste entre dos caracteres opuestos es tan fugaz que parece una batalla constante: un tema brillante, ágil e incisivo se enfrenta a uno más nostálgico y largo conducido por las cuerdas y apoyado por el resto de la orquesta. La interpretación apasionada de la Sinfónica Nacional logró trasladarnos a reinos mágicos como sacados de una película. La misma sensación permaneció durante el tercer movimiento, un momento dulce y melancólico conducido por el solo de clarinete que, con su voz encantadora, voló sobre un piso armónico que iba cambiando sutilmente y envolviendo el entorno. El desarrollo de este movimiento nos condujo por un paisaje sonoro perfectamente logrado que desapareció al fundirse por completo en el silencio.
El desempeño de la última parte de la Sinfonía terminó por sellar la promesa ya conquistada: triunfo, brillo, movimiento y un cierre contundente y desbordado apoyado por el timpani. Siffert, con su sencillez y mesura, logró hacer una versión cercana e íntima de esta obra; la orquesta, con su actitud y entrega, alcanzó la sinergia necesaria para llenar el teatro de belleza y emoción absoluta.
Irene Littfack
Orquesta de Cámara de Chile sigue brillando con repertorios novedosos
La agrupación del Ministerio de las Culturas se puso en manos del solvente director suizo Emmanuel Siffert......................................................read more
Alvaro Gallegos